El designado presidencial y líder del PSH, Salvador Nasralla, ha reconocido que algunos de sus nuevos aliados políticos son, en sus propias palabras, «ladrones».
Esta declaración no ha pasado desapercibida, especialmente porque Nasralla se había autodefinido como una figura clave en la lucha contra la corrupción en el país.
Nasralla, quien a pesar de su cargo se ha posicionado como un fuerte opositor del gobierno, conformó una coalición con el Partido Nacional y una fracción del Partido Liberal. Ambos grupos han estado en el ojo del huracán en varios casos de corrupción.
Es particularmente intrigante que Nasralla opte por aliarse con el Partido Nacional, que ha estado inmerso no solo en importantes escándalos de corrupción, sino también en casos de narcotráfico internacional.
Las redes sociales se han inundado de comentarios y críticas hacia Nasralla, cuestionando su coherencia y su supuesto compromiso de enfrentar la corrupción.
Si bien es cierto que las alianzas políticas pueden ser herramientas estratégicas, es fundamental que los líderes políticos actúen con transparencia y mantengan la integridad en sus decisiones.
Esta reciente alianza de Nasralla ciertamente plantea serias dudas sobre cómo pretende liderar el país junto a aliados tan estrechamente vinculados a la corrupción.